Hacía tiempo que no tenía esa sensación. La primera vez , pasó toda la noche bailando con los ojos cerrados. Hasta ese momento, jamás había sentido la música como parte de otra dimensión. Sus pies no paraban de moverse mecánicamente mientras su alma, enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría y felicidad, entraba en un estado de unión mística con los ritmos.
Fue un jueves, un jueves de la amistad, como así llamaban a las cada vez más escasas reuniones de amigas de la universidad. Después de tomar un par de
gin tonics y a punto de marcar la retirada, una de ellas propuso ir a una fiesta de unos amigos del trabajo.
La fiesta era en una casa del centro, una típica casa señorial de las que ahora quedan pocas, pues la mayoría se han
colmenado en pequeños apartamentos con suelo de mármol y
pre-instalación de aire acondicionado. Esta era una casa unifamiliar, conservada en su estado original con un precioso patio sevillano en el centro y rodeada de habitaciones todas ellas cerradas, excepto una, donde se podía ver una especie de despacho o salón de recibir más propio de un hotel de lujo que de una casa particular.
Desde que Lucía entró en la casa, se sintió extrañamente sobrecogida, primero por el olor; una curiosa mezcla a dama de noche, humedad y cuero, y al mismo tiempo, por el contraste producido entre el sonido tranquilo de una vieja fuente situada en el centro del patio, y un ritmo lejano de música electrónica, cuyos graves, retumbaban en la puerta de cristal que daba paso a la escalera.
Alguien les había abierto la cancela desde arriba y guiadas por la música subieron hasta llegar a una habitación llena de gente. Era un espectacular salón, presidido por una enorme chimenea, encima de la cual, un gran bisonte disecado les dio la bienvenida. Lucía miró a su alrededor, todos allí parecía muy contentos, gente guapa, que reían y bailaban. Le llamó la atención dos chicas, muy
jovencitas, no pasarán de los 20 pensó, las dos con pelo largo y brillante sin una gota de maquillaje, que sentadas en un gran sofá, hablaban mientras una de ellas acariciaba suavemente el pelo de la otra. Una mezcla de cariño, sensualidad y erotismo que nuevamente le hizo sobrecogerse. A su lado, un joven de pelo largo rellenaba
concentradamente un crucigrama ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
Un chico rubio, con una sonrisa clónica al resto del grupo, se acercó
Hola soy
Alex, anda, pasar ¿queréis tomar algo? Dijo mientras se daba la vuelta dirigiéndose a un improvisado mueble bar.
Las dos amigas siguieron a
Alex a través de la gente mientras Lucía tras un breve estudio del grupo se sentía la más veterana de la fiesta.
II¿Es suyo este guante ?
Tras meter las pastillas apresuradamente en el bolso miró con curiosidad a su interlocutor. Su voz le resultaba familiar
Lo encontré en el baño y pensé que a lo mejor había vuelto a recuperarlo….
No, lo siento, dijo Lucía
¿Por qué lo sentía? Pensó. Verdaderamente todavía andaba un poquito espesa, su mente vagaba aquí y allá al mismo tiempo que sus nervios se tensaban en estado de alerta pues la tormenta parecía empeorar.
(....)