Hay misterios que aún siguen dándome vueltas en la cabeza, que no he logrado encajar del todo. Quizá tampoco quiero resolverlos, están ahí y forman parte del bosque en el que me gusta perderme. Me gustan mas las preguntas, que suelen ser una cada vez, a las respuestas, que pueden ser infinitas.
Hay muchos tipos de misterios en la vida cotidiana. Los más comunes son esos que protagonizan aquellos episodios donde las cosas se pierden y aparecen como por arte de magia o birli birloque en lugares que habíamos mirado y remirado, o en sitios insospechados que no sabes como pudieron llegar solos hasta allí. Mi padre suele bautizar a este tipo de misterios como “el misterio del cuarto amarillo”.Otras veces simplemente le echa la culpa a los “Martinitos”.
Pero son otro tipo de misterios, más sofisticados pero no menos comunes, los que llaman hoy a mi reflexión. Son esos misterios que encierran hechos insólitos de coincidencias o casualidades que hacen que la vida te parezca que está escrita para ti. Ya sé que suena petulante y pretencioso, pero la vida nunca deja de sorprenderme y a veces ocurren cosas que me dejan con la boca abierta, como cuando te acuerdas de alguien del que no sabes nada desde hace un millón de años y ese mismo día te lo encuentras por la calle o te llama por teléfono (????!!!!!). O el hecho de ver de una manera reiterada a alguien que no conocemos en un breve período de tiempo. O que te llegue de manera casual y fortuita una información que estabas buscando insistentemente....
Las coincidencias pueden implicar la llegada oportuna de un acontecimiento especial que queremos pero no tenemos idea de cómo conseguir o la repentina toma de conciencia de que nuestra experiencia con un hobby o interés anterior era una preparación para llevarnos a una nueva oportunidad o un nuevo trabajo.
Más allá de los detalles de una coincidencia en particular, sentimos que es muy poco probable que haya sido producto de la suerte o una mera casualidad. Cuando una coincidencia atrae nuestra atención, nos quedamos asombrados ante el hecho, aunque sea nada más que un instante. En algún nivel, sentimos que esos hechos estaban destinados de alguna manera a ocurrir, que debían ocurrir en el momento en que ocurrieron para orientar nuestras vidas en una dirección nueva y más inspiradora.
Ante todos estos misterios supongo que nuestro desafío personal debe consistir en superar la condición cultural que nos lleva a reducir la vida a lo ordinario, al lugar común y a lo carente de misterio. La mayoría de nosotros hemos aprendido a ir por la vida sólo con nuestro ego, a despertarnos por la mañana y pensar que debemos tener un control total sobre nuestro día. Creamos listas mentales inflexibles de proyectos que pensamos llevar a cabo y perseguimos esos fines con una especie de visión de túnel. Sin embargo, el misterio sigue estando, bailando en las orillas de nuestra vida, dándonos visiones fugaces de posibilidades. Debemos tomar la decisión de desacelerarnos y modificar nuestro punto de atención, y empezar a actuar de acuerdo con las oportunidades que se presentan en nuestro camino.